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Muere Manuel Mart, cantante de la banda cordobesa Estirpe
El músico ha fallecido
semanas antes de que se publique su primer disco en solitario
31 de
octubre de 2021 13:48h
Por
Cordopolis
Los conocidos y amigos del cantante, hijo del líder
de Medina Azahara, Manolo Martínez, conocían desde hace semanas su
delicado estado de salud, provocado por una enfermedad que creyó hacer superado
en el año 2015, poco después de que en el año 2014 le encontraran un tumor
maligno en el aparato digestivo.
El músico, que tenía 45 años, publicó hace 11 días su última
canción, A pesar, que sirve como primer adelanto del que será su primer
álbum en solitario (y póstumo), que saldrá en unas semanas. Concretamente, el
disco verá la luz en diciembre, se llama Tierra y Fe, y el cantante y
compositor lo ha estado grabando en el último año entre Córdoba y varias
ciudades.
El comunicado con el que presentaba su nueva canción
ya hacía sospechar que su delicado estado de salud le iba a impedir presentar
el disco debidamente. "Me veo en unas circunstancias en las que siento que
debo dar el relevo a personas de mi plena confianza para que puedan llevar a la
luz el resultado. Mi sello y hermanos, Infarto Producciones, serán los que
afronten todo este proceso con todo el cariño del mundo y bajo mi total y
absoluta confianza para hacerlo todo, en cuanto a la comunicación, promoción,
edición y futuras publicaciones de lo que deseo presentaros, mi último trabajo,
al que he llamado Tierra y Fe", explicaba en la nota.
Su muerte llega, además, apenas unos días después del
fallecimiento de José Miguel Panadero, conocido en los círculos rockeros
de Córdoba como Chino, y uno de los miembros originales de Estirpe, junto a
Mart.
El grito cordobés a contracorriente
La muerte de Manuel Mart ha provocado una cascada de
homenajes de la escena rockera al músico, que era tan querido en su faceta
profesional como fuera de los escenarios. En esta última faceta, en la vida a
la que tanto le ha cantado, deja un hijo pequeño y una mujer, Esther, así como
multitud de amigos que tratan de buscar el consuelo al vacío dejado por el
músico.
Sobre los escenarios, Mart logró el reconocimiento con la banda Estirpe, que fundó junto al baterista Javier Estévez, el guitarrista Loren Gómez, el teclista Daniel Puig y el bajista José Miguel Panadero a mediados de los 90. Juntos publicaron un primer trabajo Ídolos de papel que sorprende en el panorama rockero nacional por el estilo experimental e incalificable con el que la banda conjugaba sus influencias.
Su segundo trabajo, Víctimas de un mismo sol, vio la luz a principios del año 2000, y expandía el universo de su predecesor, incorporando nuevos rangos e influencias, con algunas canciones, como Vida, en las que la banda demostraba ser un proyecto que trascendía el género de rock duro. El tercer disco, Ciencia, es una de las piedras de toque del nu metal español: eran como si korn hubieran pasado la noche borrachos de finos en La Corredera y hubieran grabado un disco de resaca en Valdeolleros.
Convertidos en referente de ese sonido en España, no tardaron en llenar salas de toda España y de triunfar en festivales, lo que no les impidió darle la vuelta a su propia leyenda con discos como el acústico El sentido de la calma, grabar un DVD en directo en el Gran Teatro de Córdoba, o trufar de nuevos sonidos de inspiración latina discos como Neurasia. En la segunda década de los 2000, Estirpe ralentiza su ritmo, entre otras cosas, porque en 2014 a Mart le detectan un tumor y tiene que someterse a tratamiento para recuperarse.
Lo logra y en 2015 sale el último disco de la banda, Jam
Fuzzion Klan, un trabajo que sirve como despedida de la banda, que anuncia su
separación en 2016. Y, tras unos cuantos años de silencio, Mart reaparece en plena
pandemia con una canción en solitario, De paso, que muestra a un cantante
enfrascado en territorio folk rock y mostrando muchas claves personales. Aquel
tema tiene continuación con A pesar, el primer adelanto de su primer disco
en solitario.
Será un disco póstumo. Mart se ha ido habiendo pulido cada
nota del mismo, con la tranquilidad del artesano que sabe que, una vez que el
disco se mete en una lata, ya nunca es suyo, sino de los otros. Tierra y
Fe verá la luz en diciembre. Mart va a sonar más fuerte que nunca hasta
entonces.
ABC
CANTANTE DE ESTIRPE Y PRODUCTOR MUSICAL
Manuel Ángel Mart: «Me han enseñado siemprea tener los pies
en la tierra»
Renunció a cuatro letras de su apellido para forjar una
carrera sin ataduras. Ser hijo de una leyenda del rock andaluz puede tener sus
ventajas pero también sus contratiempos. He aquí la prueba
Manuel Ángel Mart, en su estudio de grabación - ABC
Nada más abrir los ojos ya se dio de bruces con una batería. Y en el salón
de casa ensayaba la banda de papá, un grupo que hizo historia en aquello que se
vino en llamar rock andaluz, uno de los movimientos más genuinos del pop
nacional contemporáneo.
Manuel Ángel Mart, hijo de Manuel Martínez, líder
indiscutible de Medina Azahara, es, por lo tanto, un chico privilegiado. No
todos los días se nace en el epicentro de un terremoto creativo que aún hoy, 35
años después, sigue generando energía. Pero Manu se ha currado su propia
biografía y aquí está, al frente de Estirpe, una banda con cinco discos ya en
el mercado y una onda expansiva que alcanza de lleno el otro lado del
Atlántico.
–Lo suyo, por lo que se ve, viene de Estirpe.
–La verdad es que sí. He tenido una educación de la que me
enorgullezco. No me han dado lujos pero sí una filosofía de vida. Me han
enseñado a tener los pies en la tierra y valores que no se aprenden en la
escuela.
–O sea: de tal palo,
tal rockero.
–Me siento privilegiado por haber nacido de un músico que me
ha hecho vivir una experiencia muy grande.
Manuel Ángel Mart (Córdoba, 1976) asume sin jactancia su
pasado y se esfuerza por reivindicarse más allá de su propio apellido. Tanto,
que le ha amputado cuatro letras como para evidenciar que quiere competir en la
jungla musical desnudo. Sin adherencias de ninguna clase. «Medina Azahara era
entonces un grupo de amigos, gente joven que vivía realmente el rocanrol. Yo me
sentaba allí y veía lo que hacían, vivía en primera línea el comienzo de una
banda que luego se ha hecho muy importante. Parte de los miembros residían en
un chalé y tocaban en un gran salón».
–¿En plan comuna?
–No (risas). Muchas veces me dicen: «Tú eres el hijo de los
Medina». Bueno, no: yo soy el hijo de uno de ellos.
Ése fue el universo en que se crió Manuel Ángel Mart. «Estaba
rodeado de muy buena onda y un ambiente de creación y arte. Un día llegó Pablo
Rabadán, el teclista, con un cacharro nuevo de donde salían sonidos de
pajaritos o de instrumentos de cuerda sintética. Eso era el top de la novedad.
Yo tenía cinco o seis años y decía: «Esto tiene magia». Todos alucinábamos.
También vivían allí Miguel Galán (guitarrista) con su novia y, como mi hermana
y yo éramos los únicos niños, nos trataban muy bien. Mi padre viajaba mucho y
siempre me traía regalos. Un día apareció con un Exin Castillos, como los Reyes
Magos».
–No ha perdido la objetividad. Él siempre está muy al margen,
no quiere entrar, pero yo sé por otros lo que piensa de mi trabajo.
–Le da su opinión por persona interpuesta.
–Sí. Me dicen: «Tu padre dice por ahí que tú eres un genio. No veas como habla de ti». A él le gusta lo que hacemos y asegura que somos de los grupos más grandes, que sólo necesitamos un poco más de suerte. Lo fácil sería hacer una gira con Medina Azahara. Son de los que más trabajan en España. Muchísimo. Pero me cuesta. Cuando vienes de una familia de músicos es muy fácil que te etiqueten. Es que es el hijo de tal. Y eso es muy duro.
–¿Qué le enseñó el
patriarca?
–A ser humilde. Lo he visto en él. Saber estar, cuidar a las
personas, tener los pies en la tierra, no ser un desfasado por muy rockero que
seas. Que ser músico no significa sexo, drogas y rocanrol.
–Su padre declaró en
una entrevista: «Aún tengo alma hippie». ¿Y usted?
–Yo creo que aún tengo al niño que fui.
–¿Y cómo era el niño
que fue?
–Tranquilo, con ilusión, con creatividad y eso es
fundamental.
A los ocho años se matriculó en el Conservatorio, pero la
experiencia resultó un fiasco. Apenas duró un curso. «Estudié piano pero me
frustró mucho. Hacía cola con otros niños y el profesor nos corregía delante de
todo el mundo con un lápiz tocándote los dedos. Empezó a crearme miedo y comencé
a faltar. Lo veo un sistema muy equivocado». Con 14 años se arrancó a componer
sus primeras canciones y a sacar acordes por su cuenta en la guitarra. Su amigo
Javier Estévez se unió a la aventura. No tenía ni idea de cómo tocar un
instrumento y Manuel Ángel le dio unas pautas simples de batería. Poco después
se integró José Miguel Panadero, otro profano en música, que se hizo cargo del
bajo sin haber visto uno en toda su vida. «Las letras eran horribles. La música
era horrible. Pero ésa fue la inocentada de mi vida que hoy me ha hecho ser
músico». Así empezó Estirpe hace casi 20 años.
–En la web de la banda
se lee: «Rock mestizo e inconformista». ¿Con qué no se conforma?
–Con encontrar una fórmula que sólo dé dinero. Nosotros
pensamos un poco más allá. Queremos aportar, que toda la
locura creativa de nuestra cabeza se lleve a la música. No podemos poner un
tope. Hay que evolucionar, experimentar. Yo me siento así, no sé dentro de 50
años.
–¿Qué hay que cambiar
del mundo?
–Está clarísimo. La base política está mal.
–Y después de la
política, ¿qué?
–Es que la política es todo. El hambre es algo que los
gobiernos podían hacer por intentar exterminar. Cada vez estoy más desencantado
con este mundo y gracias a Dios tengo un medio para desahogarlo.
–Por lo que se ve, es
usted un ciudadano indignado.
–Totalmente. Me indigna cómo estamos en una sociedad donde
los poderes no están separados. La Justicia está con el partido que gobierna,
me da igual de izquierdas o de derechas. La Justicia debe ser imparcial.
–¿Qué queda del
espíritu del 15M?
–Ese movimiento ha hecho bastante en esta sociedad. Yo admiro
lo que está haciendo la gente en Madrid. Es el movimiento del pueblo, del
ciudadano. Tenemos que decir no a ciertas cosas y me da la sensación de que hay
un pueblo que no se va a parar.
–Acaba usted de citar
un lema de los setenta: «Sexo, drogas y rocanrol». ¿Sigue vigente?
–El rocanrol es una filosofía, una actitud, no un estilo. Tener rocanrol en el cuerpo es tener una potente iniciativa de hacer ciertas cosas musicales. El sexo es algo que comparto y las drogas no son mi punto. Quiero tener la cabeza sana para crear música.
Nos recibe en su estudio de grabación del polígono industrial
de Pedroches. Dos pequeñas habitaciones contiguas llenas de instrumentos y
desorden. En una están grabando su último trabajo y en la otra se encuentra la
mesa de control. Manu es un joven espigado y afable. Se ve que está abducido
por este universo eléctrico y trepidante que lleva en la sangre desde que
nació. Aquí la banda pule su material sonoro y Manuel Ángel produce trabajos
para otros grupos de Córdoba y el resto del país.
–¿Qué detesta del negocio?
–Hay mucha gente que se dedica al negocio y en lo último que
piensa es en la música. Piensan en engañar y en cómo pillarte los dedos en el
contrato. He tenido grandes enfrentamientos con gente de la industria por
discos que se han quedado ellos y no he visto un duro. Es parte del cáncer de
la música.
–Y si la industria
discográfica descarrila, ¿por qué vía va a circular la música?
–Por las redes sociales, por las plataformas como Atrium o
Spotify. Nosotros venimos de una época en que comprábamos vinilo pero la
herramienta de internet es la vía.
–Nadie quiere pagar por
internet.
–Hay países donde esto ha subido mucho. En España, no. Aquí
desconfiamos de las compras por la red. Atrium ha revolucionado las descargas
de canciones por 99 céntimos.
–Vuestro último disco
se llama «Buenos días, voluntad». ¿Para conjurar la pereza?
–Es nuestra filosofía de enfoque, de cómo hacer las cosas.
Para nosotros es muy importante las iniciativas, las prioridades, los
sacrificios. Es como levantarte y tomarte ese zumo, ese café, ese desayuno y
empezar el día con muchas horas por delante.
¿Y qué quiere ser de
mayor?
–Quiero ser padre. Ése es uno de mis objetivos.
–Querrá un niño
desmelenado y rockero.
–Lo cuidaré para que no sea músico. Es un oficio muy difícil.
Como pegarse contra un muro. Y tienes que tener un caparazón fuerte para que no
te destruya.
–¿Usted lo tiene?
–Sí.
–O sea, va a resistir.
–Sí.
–Le viene de estirpe.
–Pues sí.
VIDEOS DE MANUEL MART,
JOSE JUIS CUEVAS
Montaje y Editor
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