miércoles, 29 de octubre de 2025

REVISTA DIVERSA EL CALLEJÓN CÓRDOBA


NUMERO 21

 OCHENTA AÑOS SIN “EL GUERRA”

Evocación del Segundo Califa de la torería





Acuarela de Rafael Guerra “GUERRITA”, obra del pintor Daniel Perea Rojas (Burgos 1836 – Madrid 1909) dibujante de “La Lidia”, “Sol y Sombra” y “Blanco y Negro”, autografiada por el propio torero.

(Cedida por su propietario el cronista taurino Jesús Ron Serrano)

Cuando vi anunciado, para el domingo 10 de octubre, la “gran becerrada en homenaje a la afición cordobesa” –que en realidad es “a la mujer cordobesa”, aunque se haya querido hacer extensivo a toda clase de aficionados sin discriminar sexo ni edad–, he pensado que “Guerrita” volvería a sentarse, una vez más, en el palco celestial desde el que preside este evento taurino, desde hace ochenta años.

         Rafael Guerra y Bejarano “Guerrita”, el segundo Califa de la torería dejó, en su Córdoba natal, una amplísima estirpe de hijos, nietos, biznietos y tataranietos, y lo lógico es pensar que, a pesar del tiempo transcurrido, se hubiera mantenido vivo el recuerdo del patriarca. Sin embargo, al margen de alguna anécdota u ocurrencia, y de saber que fue un importante torero cordobés, la mayoría de sus paisanos sabemos poco de la vida y milagros del que fue, en el último decenio del siglo XIX, el torero más importante de España.

SUS ORIGENES

        Nació en Córdoba, el día 6 de marzo de 1862. Hijo de José Guerra y de Juana Bejarano, dedicados ambos a la tenería o curtido de pieles, negocio de la familia materna en el que tenían participación, lo que les permitía vivir con holgura.


Antigua tarjeta postal de la casa en la que nació Rafael Guerra y Bejarano “Guerrita”, número 42 de la, entonces, Acera del Hospicio y que hoy día se llama Acera de Guerrita, sita entre la plaza de Colón y la Avenida de los Molinos, frente al Palacio de la Merced, actual Diputación Provincial que, en el aquel entonces, era Hospicio.

         Para su bautismo, el día 8 de marzo en Santa Marina, fueron designados como padrinos el famoso y legendario torero cordobés José Dámaso Rodríguez y Rodríguez “Pepete I” y su esposa, Rafaela Bejarano, que era tía del recién nacido, o sea hermana de su madre. Pero el día de la recepción de las aguas bautismales, “Pepete I” estaba ausente –hay cronistas que dicen que fue testigo de la ceremonia– y fue representado por el abuelo materno del neófito, Mariano Bejarano. El motivo de la ausencia del designado como padrino, fue que se encontraba en Madrid, firmando el contrato para torear en la vieja plaza de la Puerta de Alcalá, también llamada de los Campos Elíseos, el día 20 de abril de ese mismo año.

          Y así fue, porque cuando “Guerrita” tenía tan sólo 45 días de vida, el que debió ser su padrino de bautismo, toreó en Madrid un mano a mano con Cayetano Sanz. Era la primera corrida de la temporada, y el segundo toro de aquella tarde se llamó “Jocinero”, berrendo en negro, capirote, botinero y alunarado, bien armado, aunque ligeramente corni-corto, y pertenecía a la vacada de Don Juan Miura.

Momento en que el toro “Jocinero” de Miura, hiere mortalmente a “Pepete I”

                 Dicho morlaco, que recibió más de diez puyazos y mató a seis caballos, entró en la jurisdicción del picador Antonio Calderón y lo derribó. Al tratar “Pepete I” de hacer el quite, resultó corneado mortalmente en el pecho.

         Con su muerte, inauguró dos trágicas listas: la de toreros muertos por toros del legendario hierro; y la de los diestros apodados “Pepete”, que han sido corneados mortalmente, como José Rodríguez Davié “Pepete II”, muerto en 1899, y José Gallego Mateos, conocido como José Claro “Pepete”, fallecido en 1910. 


Retratos de José Dámaso Rodríguez y Rodríguez, “PEPETE I”

        “Pepete I”, fue el fundador de la dinastía de los Rodríguez de Córdoba, que abarcó a su hermano –sólo de padre–, llamado Manuel Rodríguez Luque, que fue un buen subalterno, primero en apodarse “Manolete” y que, a su vez, casado con Ángeles Sánchez Gómez –prima hermana de “Lagartijo” el grande–, fue padre de los matadores José Rodríguez Sánchez “Bebe chico” y Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” (padre). En consecuencia, “Pepete I” fue tío abuelo del más famoso y universal Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”.

2.- SUS INICIOS

      Pero sigamos con nuestro personaje: Rafael Guerra y Bejarano.

         Tenía doce años, cuando su padre fue nombrado portero-conserje, también denominado Llavero de la Casa Matadero de Córdoba, y fue allí donde el niño Rafael inició sus andanzas taurinas, enfrentándose a unos becerros de la ganadería de Don Rafael Barbero que estaban destinados a ser filetes en los hogares cordobeses.

         La hazaña la repitió varias veces el chiquillo hasta que, una mala noche, junto a un aspirante a picador apodado “California”, trató de enfrentarse a un utrero que estaba en los corrales, siendo sorprendido y duramente reprendido por su padre que, desde la muerte de su con-cuñado “Pepete I”, había acumulado odio y repudia hacia las corridas de toros.

       A pesar de la oposición familiar, el “veneno” por ser torero estaba ya inoculado en el ADN del joven Guerra quien, con el apoyo del influyente cordobés Don Tomás Conde y Luque y del buen aficionado Rafael Sánchez, de la familia de los “Poleo”, empezó a hacer notar sus facultades y valor en varios tentaderos, lo que le abrió las puertas para entrar a formar parte de la cuadrilla de “Los niños de Córdoba” que organizó el antiguo subalterno cordobés Francisco Rodríguez “Caniqui”, cuya composición inicial fue con dos espadas: Ricardo Luque “El Camará” –hijo del matador de igual apodo Antonio Luque y González–; y Manuel Martínez Diterlet “Manene”. Y cuatro banderilleros: Rafael Rodríguez Calvo “Mojino” –hijo del propio “Caniqui”–; Rafael Guerra y Bejarano “El Llaverito” –primer apodo que adopta por ser su padre el dueño de las llaves del matadero–; Rafael Bejarano Carrasco “Torerito” –sobrino político de “Lagartijo” el grande–; y José Diaño “Orejitas” –al que el Cossío nombra como José Diañe “Orejita”–.

Retrato del entonces Rafael Guerra “El Llaverito”, vestido de torero

        Esta cuadrilla comenzó sus actuaciones en Andújar los días 8 y 9 de septiembre de 1876, fechas que se pueden consignar como las del debut en público como torero de Rafael Guerra Bejarano.

          Un año duró su permanencia en la cuadrilla de “Los niños de Córdoba”, y otro año más en el que su padre lo obligó a trabajar en el taller de curtido de pieles e incluso lo mandó a un colegio a Archidona (Málaga), para que preparase su ingreso en la carrera militar, intentando que se olvidara de los toros.

3.- COMIENZA SU CARRERA

         Pero todos los intentos de su padre fueron inútiles, y en 1878, con 16 años cumplidos, comenzó de verdad la carrera taurina nuestro protagonista, como banderillero en novilladas, cautivando a los públicos con sus actuaciones, siendo en Alcoy, en agosto de ese año de 1878, cuando mató, por primera vez, un novillo a petición del público.

         El 26 de junio de 1879 se presentó ante la afición de Madrid y aun continuó una temporada más actuando exclusivamente en festejos de novillos –periodo de formación que en aquella época era preceptivo e imprescindible para poder actuar de subalterno en corridas de toros–. Al comienzo de la temporada de 1881 ingresó en la cuadrilla del famoso matador cordobés Manuel Fuente y Rodríguez “Bocanegra”, iniciando su periplo como banderillero en festejos mayores. Pero con “Bocanegra” sólo estuvo un año, porque al siguiente se enroló en la del sevillano Fernando Gómez García “El Gallo”, momento en el que dejó de apodarse “El Llaverito” y pasó a ser definitivamente Rafael Guerra “Guerrita” en los carteles.

Cartel de la Plaza de Madrid de 1882, en el que “Guerrita” aparece como banderillero de la cuadrilla de Fernando “El Gallo”, el padre de Rafael “El Gallo” y de “Joselito”.

          El prestigio y la fama que “Guerrita” adquirió en su labor como banderillero a las órdenes de Fernando “El Gallo”, trascendió de tal forma que los empresarios exigían a éste, que en los contratos figurara el compromiso de actuación del joven banderillero cordobés, porque era un fuerte reclamo publicitario para atraer hacia las taquillas a los buenos aficionados, y su nombre llegó a figurar en los carteles con el mismo tamaño de letra que el de los matadores. El aprecio que Fernando “El Gallo” tenía por su subalterno, quedó patente cuando le pidió que fuera padrino de bautismo de su recién nacido hijo Rafael, el que pasados los años sería el famoso Rafael Gómez “El Gallo”.

           , efectivamente, en junio de 1882 “Guerrita” fue padrino bautismal de Rafael “El Gallo”, lo que no impidió que en septiembre de 1885, “Guerrita” se despidiera de Don Fernando “El Gallo”, al incumplir éste la promesa que le había hecho de incluir en su cuadrilla a su amigo “Mojino” y al picador “Matacán” en vísperas de actuar en la murciana Caravaca de la Cruz.

          Su despedida la hizo a través de un telegrama cuyo texto decía: “Enterado por su carta que no van a Caravaca ni Mojino ni Matacán, yo tampoco voy. Rafael”

         De cara a la temporada de 1886, el entonces más famoso banderillero de España quedó libre y sin cuadrilla. Pero por poco tiempo, ya que el Primer Califa de la torería, o sea su paisano Rafael Molina Sánchez “Lagartijo”, lo enroló en sus filas, acogiéndolo con tal afecto e interés que a un hijo no lo hubiera tratado de mejor forma.

         Hay que decir que sus actuaciones como banderillero en corridas de toros, tanto a las órdenes de “Bocanegra”, como de “El Gallo” y de “Lagartijo”, las alternaba con otras en las que participaba como matador de novillos.

Curioso cartel en seda de una novillada en la Plaza de los Tejares de Córdoba. El día 6 de enero de 1887 a las 14,30 horas, “Guerrita”, “Torerito”, “Manene”, Mojino” “Melo” y “Bebe” (todos de Córdoba), con novillos de Laffitte de 4 a 5 años, actuando de subalternos los mismos novilleros. La entrada más cara 30 reales (0,045 €) y la más barata 6 reales y 40 céntimos (0,011 €) –la peseta era moneda oficial de España desde 1868–, y los militares sin graduación y niños menores de 7 años, podían entrar dos con una entrada. (Guerrita” era banderillero de “Lagartijo”, y tomó la alternativa ese mismo año).

(Propiedad del autor)


4.- LA ALTERNATIVA Y LIDERAZGO

         Dos años duró el aprendizaje de “Guerrita” como miembro de la cuadrilla de “Lagartijo”, pues llegado el día de San Miguel de 1887, en la Plaza de Toros de Madrid, el propio Primer Califa, le dio la alternativa al que, con el tiempo, llegaría a ser el Segundo Califa. Justo ese día hacía 22 años que Antonio Carmona Luque “Gordito” había hecho lo propio en Úbeda con “Lagartijo”, y como homenaje a su jefe de filas, padrino y protector, “Guerrita” quiso que se incluyera en los carteles, debajo de su nombre, la misma advertencia que apareció en el de la alternativa del que era su maestro, y que reza así: “Alternará, por primera vez en esta plaza, confiando más en la indulgencia del público que en sus propios conocimientos, y procurará llenar su cometido con el mayor lucimiento posible”

          Siguiendo la crónica que sobre tal acontecimiento realizó el periodista y revistero taurino aragonés afincado en Madrid, Mariano de Cavia y Lac “Sobaquillo”, hacemos el siguiente resumen: “El Califa iba de verde y plata, y de perla y oro su heredero…el toro se llamaba “Arrecío” y pertenecía a la ganadería de Núñez del Prado –según otras publicaciones pertenecía al hierro de Don Francisco Gallardo, cuya única ganadería descendiente en la actualidad es la de Partido de Resina (antes Pablo Romero), mientras que con ascendencia en Núñez del Prado están los hierros actuales de Urcola y Conde de la Maza–, y “Guerrita” terminó con él de una estocada al volapié, hasta la mano, tres intentos de descabello y un golpe de puntilla. Ovación por todo lo alto… –aún no se había implantado la norma de cortar apéndices de la res como premio al torero–. El cuarto se llamaba “Tinajero” –los cinco toros restantes, después del de la alternativa, fueron de la ganadería de Juan Vázquez–, en quites, “Guerrita” fue aclamado por la muchedumbre… hubo momentos que hasta el toro aplaudió…y fueron monumentales los pares de “Guerrita” y los de “Lagartijo”…ovación final…” y termina colocando el nombre de “Guerrita” junto al de los generales Prim y Serrano y el almirante Topete, por… “la audacia de elevar el toreo a la altura de la Revolución” –refiriéndose a la Revolución de 1868 que encabezaron dichos militares–.

         Cuando tomó la alternativa, Rafael Guerra tenía 25 años, y habían pasado once desde que ingresó en la cuadrilla de Los niños de Córdoba, y seis desde que se enroló en las filas de “Bocanegra”.


Rafael Guerra “Guerrita” entrando a matar a buen ejemplar del toro de la época

           Aún tuvo tiempo, en esa temporada de 1887, de torear en el mes de octubre dos corridas más, una en Barcelona y otra de nuevo en Madrid. El 30 de dicho mes embarcó en Cádiz, rumbo a La Habana, junto a Francisco Arjona Reyes “Currito”, el hijo de “Curro Cúchares”, con un contrato en el bolsillo para torear, cada uno, 14 corridas de toros, por las que percibieron 18.000 duros (590,41 €) y otra corrida de beneficio –se llamaba corrida de beneficio la que toreaba como único matador, siendo él el beneficiario de toda la ganancia, si la había–. “Guerrita” sólo toreó doce de los catorce festejos contratados, porque sufrió dos lesiones, y la de beneficio no la toreó hasta el día 5 de febrero de 1888, y en ella mató los seis toros de sendas estocadas, dos pinchazos y un descabello. Regresó a Cádiz el 21 de marzo, con otros 23.000 pesos cubanos (unas 160 pesetas, o sea 0,96 €) que fue el beneficio de esa última corrida, después de haber estado en América casi cinco meses.

        La temporada española de 1888 la inició en Sevilla, emparejándose por vez primera con Manuel García Cuesta “El Espartero”, que tenía dos años de antigüedad de alternativa más que él, y del que todo el mundo, sobre todo la afición sevillana, hablaba maravillas. Se entabló de forma artificial una rivalidad entre los dos nuevos valores: “El Espartero” versus “Guerrita”; pero ese enfrentamiento, ante el poderío que desde en principio mostró “Guerrita”, fue imposible de mantener por parte del diestro sevillano y terminó, definitiva y desgraciadamente, el 27 de mayo de 1894, en la plaza de toros de la carretera de Aragón de Madrid, cuando el toro “Perdigón” de Miura puso fin a los 29 años de vida de Maoillo “El Espartero”.


 

“Guerrita”, la gran figura del toreo desde 1888 hasta 1899

         “Guerrita” toreó en 1888 setenta y cinco corridas, de ellas dieciséis en Madrid. Al año siguiente siguió en la misma tónica, y aunque las actuaciones en la capital fueron sólo nueve, ya era el torero predilecto de toda la afición española.

         Al célebre revistero Antonio Peña y Goñi, director de la revista “La Lidia”, se le caía la baba cuando hablaba de “Guerrita”; y a “Sobaquillo”, que lo denominaba “l’enfant terrible” y era declarado “Lagartijista”, admitía que era el heredero de “Lagartijo” y “Frascuelo”. Y todos, en general, estaban de acuerdo en que cuando actuaba en Madrid, lo hacía como en su propia casa.


“Guerrita” en plenitud de éxito. Retrato al óleo de Julio Romero de Torres


 SEGUNDA PARTE





Textos y maquetación de 

Cayetano Melguizo




José Luis Cuevas

Montaje y Editor

Escalera del Éxito 254.-





martes, 28 de octubre de 2025

 


NUMERO 20

OCHENTA AÑOS SIN “EL GUERRA” 

Evocación del Segundo Califa de la torería 

 

 

 

(Continuación – 2ª Parte) 

 EL DESENCUENTRO CON EL PÚBLICO 

            Pero pronto las cañas se volvieron lanzas, porque el 12 de mayo de 1890, se celebró en Madrid la corrida de despedida de Salvador Sánchez Povedano “Frascuelo”, festejo en el que participó “Guerrita”, llegando incluso a banderillear los toros del maestro que se retiraba, y eso enfureció a los partidarios de Largartijo”, enemigos irreconciliables de “Frascuelo” y convencidos, hasta ese momento, de que Rafael Guerra era el discípulo predilecto del primer Califa y, por tanto, contrincante del viejo torero que ahora se cortaba la coleta. 

            Los lagartijistas eran legión y bien pronto empezaron a hacer campaña contra el “traidor” “Guerrita”, que se vio envuelto en una disputa que, desde hacía dos décadas, tenía dividida a la afición. Con el grave hándicap de que los frascuelistas no reaccionaron con igual fuerza a favor de él, tan sólo las revistas “La Lidia” y “El Toreo”, que eran descaradamente partidarias de “Frascuelo”, trataron partir lanzas a favor del nuevo valor de la torería, pero sin apenas resonancia, porque eran medios de poca influencia, frente a la gran difusión que tenían los que idolatraban a “Lagartijo”. 

        Tan fuertes fueron las protestas que recibió en sus actuaciones en la capital, que después de una corrida, llegó a decir “en Madrid que toree San Isidro”, a pesar de lo cual, siguió toreando en la capital de España, donde llegó a hacer 136 paseíllos como matador de toros en las 13 temporadas que duró su vida activa: dos, diecisiete y nueve de los tres primeros años ya comentados; veinte en 1890; diecinueve en 1891; dos en 1892; diecisiete en 1893; catorce en 1894; uno sólo en 1895; dos en 1896; doce en 1897; catorce en 1898 y siete en 1899. 

           Desde Madrid, la inquina hacia “Guerrita” se extendió a los públicos de muchas otras ciudades, sobre todo de la mitad norte de España, como Salamanca, Valladolid, Zaragoza, San Sebastián o Bilbao. Se le acusaba de: ser un “avaro”, porque ganaba mucho dinero –solía cobrar unas 6.000 pesetas por actuación (36,06 €)–; de ser un “déspota” cada vez que cambiaba a alguien de su cuadrilla; de ser “cobarde” si una herida, que el público consideraba de poca importancia, le impedía continuar la lidia; y el culmen llegó cuando lo tacharon de “ingrato” porque no toreó en la despedida de “Lagartijo”, sin considerar que habían sido los propios partidarios del maestro los que habían provocado una enemistad que nunca debió existir. Y la cosa llegó hasta tal punto que “Sobaquillo”, que había dicho maravillas del él, lo llamó sub-cordobés” con la intención de herir el sentimiento de su origen y naturaleza. 

         La intransigencia del público, hizo que cada vez le resultara más insoportable vestirse de luces para ir a la plaza a aguantar improperios e injustificadas broncas, máxime cuando había conseguido todo lo que cualquier torero ansía: fama, prestigio, dinero y poder. 

 

Dos fotos de “Guerrita, de joven y de mayor, con posturas y aposturas similares, que delatan su arrogancia, su seguridad y autosuficiencia que, sin duda, estaban fundamentadas en su valía. 

         Su labor, por meritoria y brillante que fuera, no la reconocía el público, mientras aplaudía y alababa las vulgaridades de otros coletudos, con el objetivo de agraviarlo. Y eso, a un torero tan ególatra y soberbio como “Guerrita”, tan seguro y convencido de sus propias cualidades y calidades, le pareció injusto, intolerable e inaguantable. 

           Lo curioso es que el público reconocía su superioridad y acudía en masa a las plazas cuando él toreaba, pero, al mismo tiempo, no le perdonaba su altanería y quería “bajarle los humos”. Los aficionados querían ver a “Guerrita” en actitud de humildad y súplica. Y ese pulso entre la soberbia del torero y las ganas de doblegarlo del público, lo resolvió el propio torero, porque se fue sin aviso previo 

          Para entender su prepotencia y el auto convencimiento de su valía y primacía, baste con recordar la frase que pronunció cuando le preguntaron que a cuál de sus compañeros consideraba su competidor, a lo que contestó: “Primero yo, después de mi nadie, y aluego el Fuentes” refiriéndose al sevillano Antonio Fuentes y Zurita. 

 UNA RETIRADA A TIEMPO, UNA VICTORIA 

           En Madrid tanto llegó a ser de insostenible la situación, que el día 11 de junio de 1899 oyó una tan injustificada como descomunal bronca y, al término de la corrida, dijo: “No toreo más en Madrid ni para el beneficio de María Santísima”. Y, sin duda, tal estado de ánimo pesó mucho para que, en Zaragoza, el 15 de octubre de ese año de 1899, después de recibir una sonora bronca, y aún estando en plenas facultades físicas y en la cúspide de la tauromaquia, mató el último el toro de su vida, que se llamó “Limón” y pertenecía al hierro de Jorge Díaz. 

        Dicen que lloró cuando se despidió de su cuadrilla mientras les decía “Yo no me voy de los toros, me echan”, y efectivamente así fue, porque la inmensa página escrita por “Guerrita” en el libro de la tauromaquia, tiene un denominador común: la permanente lucha entre su fuerte carácter y el de un público que quería verlo humilde y humillado. 

          Aparentemente, ese pulso lo había ganado el público, pero lo cierto es que Rafael Guerra Bejarano, salió triunfante como persona porque, después de que el día 17 de octubre de aquel 1899, en su casa de la calle Góngora, su esposa Dolores Sánchez le cortara la coleta, disfrutó durante más de cuarenta años de una vida plena, familiar y social, llena de satisfacciones, entre otras la de ver que conforme pasó el tiempo, su figura como torero se fue agigantando. 

 

 

Rafael Guerra y Bejarano, en su casa de la calle Góngora 34, junto a su esposa Doña Dolores Sánchez Molina –con la que se había casado el 17 de enero de 1889–, cuatro de sus hijos, amigos y empleados de su hogar, poco tiempo después de su retirada. 

          El resumen numérico de Rafael Guerra “Guerrita” se concreta en haber estoqueado 2.339 toros, en las 892 corridas en las que intervino, a lo largo de los 12 años y 16 días que estuvo en activo como matador de toros. 

 

 

Curiosa evocación portuguesa de “Guerrita”, datada en Lisboa el 28 de junio de 1944, en la que aparecen varios datos erróneos, como, por ejemplo: que toreó 887 corridas cuando fueron 892; que mató 2.547 toros cuando en realidad fueron 2.339; que falleció en Cordova (Zaragoza); confunde a Eduardo Palacios “Sentimientos” con “Sobaquillo”, etc., etc. 

(Propiedad del autor) 

           Con la visión reposada que sólo el tiempo permite ejercer, el periodista y escritor Néstor Luján y Fernández, analizó y explicó, bastantes años después, la sorprendente retirada de “Guerrita” con las siguientes sabias palabras: “La historia de la retirada de Guerrita es curiosa y triste. Hacía mucho tiempo que el público le escarnecía en cada corrida. Era demasiado fácil su problema plástico ente los toros, y el público puede soportar todos los matices en la lucha contra la muerte, menos el de la sabiduría que trae como secuela una facilidad inmutable. La serenidad que resulta de un dominio absoluto de las suertes, es insoportable para el público, aunque sea por conseguir la elegancia o por dorar con purpurina la hojarasca de la vistosidad. Lo que no tolera es la tragedia no formulada, el dominio natural y sencillo. No tolera que al salir el torero a la plaza se sepa todo lo que hará, aunque sea perfecto y aunque se vaya cumpliendo punto por punto, sin tropiezo. El público quiere que la pechera de su héroe esté mojada, en algún momento, por la rosa trágica, palpitante y muda, del miedo. Y el Guerra, con la cabeza alta, llevaba siempre los ojos claros y secos, sin el ramaje del pánico ni de la emoción”. 

           Y el ilustre director de La Lidia, Antonio Peña y Goñi (1846-1898), lo definió, cuando “Guerrita” estaba en la cúspide del éxito, con las siguientes palabras: “…es, en mi opinión, el torero más grande y completo de cuantos he conocido, ninguno ha tenido sus facultades ni podido, por tanto, aplicarlas con más eficacia y más brillantez a las múltiples suertes que constituyen la lidia de reses bravas… Después de Lagartijo y Frascuelo ha llenado una época; no ha sido mono de imitación, no ha copiado a nadie, ha aprendido de los dos lo que le ha parecido más conveniente, que ha sido mucho, para amoldarlo a su temperamento y alcanzar luego sobresaliente personalidad” 

         El crítico taurino Ventura Bagués Nasarre de Letona “Don Ventura” (1880-1973), dijo de “Guerrita”: “El equilibrio de los tercios, la extensión de conocimientos y disposiciones, la plenitud de aplicación de las normas que estableció Paquiro, culminan con Guerrita y hacen de él un torero cuya potencia mental y cuyo contenido superan a cuantos valores le precedieron. Maestro insuperable en los tres tercios de la lidia y con espléndidas facultades físicas, todo se juntó en él para acrecentar su celebridad, y por hacerse dueño de la situación y ejercer una hegemonía que ningún otro torero tuvo se vio combatido con acritud, cuya animadversión precipitó su retirada…” 

 SU TAUROMAQUIA Y 40 AÑOS DE PAZ 

            Emulando a José Delgado “Pepe-Hillo y a Francisco Montes “Paquiro”, en 1896 “Guerrita” quiso dejar por escrito y para la posteridad, su Tauromaquia, que escribieron el periodista y poeta Leopoldo López de Sáa y el escritor taurino Luis Bandullo, bajo la dirección técnica del Rafael Guerra y compilado por el también escritor taurino Leopoldo Vázquez y Rodríguez. En esta obra aporta sus visiones sobre técnicas y prácticas, como por ejemplo sobre la verónica, que contra el concepto viejo de que se debe ejecutar de frente, él la pone de costado y sin mover los brazos a la vez, sino que se debe vaciar trayendo la mano izquierda al costado derecho, alargando el brazo derecho y viceversa, lo que le dará profundidad y compás frente a la rigidez de las formas antiguas. También explica su concepto del pase natural, en el que se debe adelantar la pierna correspondiente al lado por el que se ejecuta, así como la ligazón o unión de un pase con otro sin solución de continuidad, rematando a base de girar y estirar el brazo hacia atrás, imprimiendo a los pies el movimiento justo para quedar de nuevo en posición de dar el siguiente pase. En definitiva, deja plasmada lo que se puede considerar como la génesis del toreo moderno. 

          Especial importancia adquirió para Rafael Guerra el Club Guerrita, que se fundó el 18 de julio de 1896, inicialmente en la taberna de San Miguel, aunque el día de su santo de ese mismo año, se trasladó a un local por encima del, entonces, café La Perla, en la calle Gondomar, donde tampoco duró mucho, ya que el 20 de mayo del año siguiente, se trasladó a La Cervecería (de la que desconozco su ubicación), hasta que el 19 de mayo de 1902, retirado ya del toreo activo el titular del Club, este pasó de forma definitiva a un local a ras de acerado en el número 19 de la calle Gondomar. 

 

 

Rafael Guerra en su Club Guerrita, donde casi a diario mantenía tertulia con socios y otros toreros cordobeses. En la primera foto se puede ver a “Manolete” (padre) y Antonio de Dios Moreno “Conejito”. En la segunda, también está “Manolete” (padre) y “Guerrita” se asoma al ventanal. 

              Y allí estuvo, y allí acudía casi a diario Rafael Guerra a reunirse con sus amigos y compañeros de profesión, hasta que el 28 de febrero de 1941, justo a la semana de fallecer “Guerrita”, se reunieron los socios y, según lo que tenían acordado de antemano, procedieron la disolución del Club y al cierre definitivo del local. 

 

 

Tarjeta de invitación del Club Guerrita, a la comida de homenaje a su Presidente Rafael Guerra y a los intervinientes en Becerrada (en el tarjetón dice “corrida de Toretes”) Homenaje a la Mujer Cordobesa de 1902. El precio fue de 11 pesetas (0,07 €) y se celebró en el restaurante de Miguel Gómez en la calle Morillos, hoy día calle morería, esquina a Marqués del Boil. 

(Propiedad del autor) 

          Estando aun en activo, en mayo de 1898, el Segundo Califa de la torería, instauró la costumbre de costear el desarrollo de una becerrada en la plaza de los Tejares, a la que estaban convidadas como invitadas de honor, todas las mujeres cordobesas. Se denominó, desde ese primer año, como “Becerrada de homenaje a la mujer cordobesa” y, de forma ininterrumpida, el propio torero presidio el espectáculo en un palco de la plaza, hasta el año 1940. 

         Pero Rafael Guerra Bejarano no sólo se dedicó a su familia y su Club, sino que cultivó otras muchas actividades desde que inició su retiro taurino. 

           Una de ellas fue la caza, que solía practicarla en la zona de Hornachuelos, cuyos cotos también frecuentaba el Rey Don Alfonso XIII, con el que tenía una fluida relación, hasta tal punto cordial y cercana, que Rafael tenía el privilegio de ser “caballero cubierto ante  Rey” y éste, como prueba de su confianza con el torero, lo nombró Consejero del Banco de España, cargo que “Guerrita” ostentó de forma vitalicia aun después del advenimiento de la II Republica, salvo el periodo de la Guerra Civil que quedó latente, volviendo a adquirir tal condición a partir de abril de 1939 y hasta su fallecimiento. 

 

 

Aquí lo vemos en sendas fotografías junto a S.M. Don Alfonso XIII, en la primera abrazándose a la llegada a una montería, en la otra durante un receso de la actividad cinegética, donde puede observarse a “Guerrita” cubierto con su sombrero de ala ancha, en presencia del Rey. 

           Otras actividades que nunca dejó de practicar fueron las labores de campo relacionadas con la Fiesta Nacional. Era normal encontrarlo en la Finca “El Capricho” en Alcolea, propiedad de su hermano Antonio, que había sido el puntillero de su cuadrilla durante todos sus años de actividad. En esa finca inició la andadura ganadera Don Antonio Guerra Bejarano, labor que hoy día continúan sus herederos los hermanos Centeno-Guerra bajo el nombre de Ganadería Toros del Capricho. Allí estuvo presente en tientas, herrados, capeas y otras labores de campo el Segundo Califa de la torería. 

 

En la finca El Capricho, después de una tienta. Sentado, el segundo por la izquierda es “Guerrita”, y el quinto (al centro) Rafael Molina Martínez “Lagartijo chico” y de pie en el extremo derecho (con pañuelito al cuello) Fermín Muñoz González “Corchaito 

(Fotografía hecha el 26 de mayo de 1909) 

             Tampoco dejo nunca de ir a veranear a San Sebastián, donde solía coincidir y compartir con los toreros que acudían a la semana grande de agosto. Y, por supuesto, siempre mantuvo especial relación con su ahijado Rafael “El Gallo” y una indisimulada predilección por su hermano José Gómez Ortega “Joselito” o “Gallito”, del que fue admirador hasta el 16 de mayo de 1920 en que el toro “Bailador” sesgó su vida en Talavera de la Reina. 

 

A la izquierda, junto a Ricardo Torres “Bombita” en la terraza del hotel donde se hospedaba en San Sebastián. En la foto de la derecha, toreando una becerra al alimón con “Joselito” en la finca El Capricho 

 

Telegrama que remitió Rafael Guerra Bejarano a si ahijado Rafael Gómez “El Gallo”, dándole el pésame por la muerte de su hermano “Joselito”, que termina con la frase “se acabaron los toros” que se puede interpretar en un doble sentido, como que ya no iré nunca más a ver una corrida, o que muerto Joselito ya nadie volverá a torear como él lo hacía. 

             En el mismo año en que estableció la becerrada para la mujer cordobesa, o sea en 1898, “Guerrita” compró la casa de la calle Góngora 34 –anteriormente, desde que se casó, había vivido en la Plaza de Capuchinos 1–, una hermosa mansión que tenía fachada, además de a la citada calle Góngora, a la calle Eduardo Lucena y a la de Conde de Robledo. Allí disfrutaron de su infancia y juventud todos sus hijos: Dolores; Juana, Rafael 

         (único hijo varón); Emilia; y una hija natural reconocida por el torero que se llamó Rafaela Guerra Ordoñez. Y allí nacieron sus hijas menores: Pilar; María Luisa; Carmen; Rosario y Josefa. 

 SU FALLECIMIENTO Y ENTIERRO 

             En esa casa, el día 21 de febrero de 1941, a las 19,40 horas, falleció Rafael Guerra y Bejarano, faltándole 13 días para cumplir los 79 años de edad. Estaba acompañado de su esposa, sus hijos, hijos políticos y nietos, y del párroco de San Nicolás de la Villa, Don Paulino Seco de Herrera que era su confesor y director espiritual. 

 

Dos de las últimas fotografías de Rafael Guerra Bejarano, poco antes de caer enfermo. 

          Según el doctor Don Antonio Manzanares Bonilla, su médico de cabecera, que fue quien le siguió en todo el proceso de su enfermedad y quien certificó su fallecimiento, la causa de la muerte fue un epitelioma de cuello, recidiva de una cornada que sufrió muchos años antes, concretamente el día 1 de enero de 1888 en La Habana, en la que entró el pitón por el lado derecho del cuello y afectó a toda la parte externa del maxilar inferior. Opinión que fue compartida por otros especialistas, que consideraron que era probable que el tumor cancerígeno fuera producto de una cornada. Bien es cierto que en el mismo sitio y con posterioridad a la cornada de La Habana, recibió otra en Murcia el 7 de septiembre de 1893, causada por el toro Bragadito de la ganadería de Don Agustín Solís, que tan solo fue un puntazo corrido de 4 centímetros de longitud y 3 de profundidad, pero justo en el ángulo derecho del maxilar inferior, que es donde se le produjo el tumor que lo llevó a la tumba. 

 

Recordatorio (propiedad del autor) y esquela de Rafael Guerra Bejarano. 

              Al conocerse la noticia del fallecimiento, se personaron en su domicilio el entonces alcalde de Córdoba Don Antonio Torres Trigueros, el gran matador de toros cordobés, ya retirado, Rafael González Madrid “Machaquito” y en representación del Club Guerrita, su presidente Antonio Alarcón Zeedor y el tesorero Amador Naz Román. La capilla ardiente se colocó en su propia casa, desde donde salió el cortejo fúnebre hasta San Nicolás de la Villa y de allí al Cementerio de la Salud para que quedara sepultado el cadáver en la capilla-panteón que lleva su nombre. 

               Allí reposa hasta la eternidad el más grande torero de España de la última década del siglo XIX y uno de los más poderosos lidiadores de la historia de la tauromaquia: el cordobés Rafael Guerra y Bejarano “Guerrita”. 

 

 

Panteón en el Cementerio de Nuestra Señora de la Salud, donde descansan los restos mortales del Rafael Guerra Bejarano “Guerrita”, Segundo Califa cordobés de la torería. 

BIBLIOGRAFÍA:  

“Guerrita” de Antonio Peña Goñi. 

Imprenta de la Viuda de J.Ducazcal – MADRID 1894 

“El Toreo en Córdoba: Historia del toreo” de José Luis de Córdoba. 

Editorial Nebrija – León 1980 

“Dos siglos de tauromaquia cordobesa (Siglos XVIII-XIX) de Rafael Sánchez 

González y varios más. 

Imprenta San Pablo – Córdoba 1990 

“Guerra Bejarano, Rafael” de José Luis Ramón Carrión Real Academia de la Historia – Pag. Web https://deb.rah.es>biografias 

Nota aclaratoria.- 

              En la primera parte de este trabajo –apartado 1º “SUS ORIGENES” al final del párrafo 2º -, dice: “… firmando el contrato para torear en la vieja plaza de la Puerta de Alcalá, también llamada de los Campos Elíseos…” y es erróneo, ya que la plaza de la Puerta de Alcalá no era la de los Campos Elíseos (ver croquis adjunto), aunque estaban muy próximas y convivieron once años (de 1864 a 1874). Se subsana este error gracias a la aclaración y aportación del buen aficionado alcarreño Manuel López Rodrigo. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Textos y maquetación de  

Cayetano Melguizo 

 

 

 

José Luis Cuevas 

Montaje y Editor 

Escalera del Éxito 254.-