PORTADA DEL LIBRO
NUMERO 2
“MANOLETE” EN EL RECUERDO
Mañana
día 29 de agosto, se cumplirán setenta y cuatro años de la muerte en Linares
del grandioso torero cordobés, Manuel Laureano Rodríguez Sánchez “Manolete”.
Qué no se habrá dicho y escrito durante más de diez décadas de este figurón del
toreo.
Pero bueno yo también, como un aficionado más, me
hago eco de lo publicado por tantas y tantas ilustres plumas, para contribuir
modestamente a su memoria, destacando de entre las muchas cualidades que le
adornaban, la gran personalidad y la grandeza de este enorme torero, nacido en
el barrio de San Miguel de nuestra ciudad cordobesa.
Manolete, Arruza y
Gitanillo de Triana
Así que a partir de estos momentos, nos
encontramos ya apostados en el horizonte de la revisión del papel que ejerció
Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” durante su vigencia como Matador de
Toros y al que en vida se le criticó y se alabó por igual en ambos sentidos.
Hoy, las perspectivas deben ser
distintas y suficientes como para entender que durante su dominio fue el mejor
torero de su época. “Manolete” llevó a sus últimos límites la
transformación iniciada por Juan Belmonte. Su majestuosidad, su empaque y
elegancia, daban crédito a la frase que dijo el maestro Juan Belmonte: “Para
ser un buen torero, no solo hay que serlo, sino parecerlo”. Manuel
Rodríguez Sánchez “Manolete” fue el arquetipo de esos toreros a los que
aludió el “Pasmo de Triana”. Creo que existe por ahí una foto, que vi
una vez -no sé con seguridad si fue en la taberna “Almoguera” o tal vez
en “Casa Vidal” C/
Mayor de Santa Marina- donde “Manolete” está
junto a Gitanillo de Triana y Carlos Arruza, vestidos de calle. Daba gusto
mirar aquella fotografía para contemplar la elegancia de los tres toreros
impecablemente vestidos: trajes de alpaca cruzado, camisa de cuello almidonado,
corbatas de seda y zapatos a la última moda. ¡Qué elegancia y que porte! Así
eran los toreros de antes, bien vestidos en el ruedo y en la calle. Sabían
comportarse con elegancia en los más exigentes ambientes de la sociedad y por
ello eran invitados permanentemente a las celebridades, en el campo artístico,
político, social o gubernativo. Estamos seguros que Juan Belmonte, no se equivocó
al pronunciar aquella famosa frase.
Manolete y Arruza
En el haber de “Manolete” figura
haber sido, el espada que más categoría ha dado a la corrida de la Beneficencia
de Madrid. Los antiguos aficionados aún recuerdan todas sus actuaciones y en
especial la de los años 1944,1946 (única toreada por él en España en ese año) y
la del 1947, su última actuación en Madrid, unos días antes de su mortal cogida
en Linares.
Del toro al infinito: BENEFICENCIA DE 1946: 70
AÑOS DE UNA GRAN CORRIDA DE TOROS.
Pepín Martín Vázquez, Manolete y
Gitanillo de Triana.
Antonio Rodríguez
Salido.
Compositor y
letrista. -
Escalera del
Éxito 176.-
Jose Luis Cuevas
Montaje y Editor
Escalera del
Éxito 254
-Manuel Rodríguez Sánchez (Manolete)
Nació en Córdoba el 4 de julio de 1917 y fue hijo de aquel Manolete de la promoción de 1907 que obtuvo la
alternativa de manos de Machaquito; ejerció de novillero poco tiempo durante
la guerra, y en vista del buen cartel alcanzado en Sevilla, en esta
capital recibió la investidura de matador de toros el día 2 de julio de 1939,
con Chicuelo de padrino y toros de don Clemente
Tassara, de los cuales, el de la cesión llevaba por nombre Mirador
y era negro. Testigo de esta ceremonia fue Gitanillo de Triana (R.). La confirmación de dicho grado en Madrid
se efectuó el día 12 de octubre de aquel mismo año, con el cartel que hemos
dicho al ocuparnos de Juan Belmonte Campoy.
Desde aquel momento, la afición se <<manoletizó>>, pues la
erecta posición vertical del diestro cuando toreaba, su espigada figura, el
ritmo que imprimía a sus movimientos, la precisión admirable que daba a su
toreo, sin concesiones de mal gusto, su recia personalidad, en suma,
imprimieron a su singular estilo gran solemnidad y empaque. Agreguemos a estas
cualidades el elevado concepto que tuvo de su responsabilidad –nota
destacadísima en su manera de ser–, y el lector podrá formarse una idea aproximada
de los fervores que inspiró a las multitudes lo mismo aquí que en los países
americanos que visitó, efectos vehementes que con su trágica muerte subieron al
más alto nivel, hasta el extremo de haber hecho de este gran torero cordobés
una especie de ficción alegórica.
Pero transcurridos los años y desaparecidas las pasiones que produjo;
hecha la debida decantación de sus méritos, bien podemos intercalar entre
tantos elogios –todos merecidísimos– una censura, y es la de que negó el
principio inmanente del arte de torear, que es el de <<cargar la
suerte>>, y estableció el toreo de perfil, con el que se obtiene una
especie de ganancia anticipada en el pase natural. Las corridas que toreó desde
que tomó la alternativa hasta su muerte fueron éstas: en 1939, 16; en 1940, 50;
en 1941, 58; en 1942, 72; en 1943, 71; en 1944, 92; en 1945, 71; en 1946
permaneció inactivo voluntariamente y no toreó más que la de Beneficencia en
Madrid, y en 1947, 21, que pudieron ser más de no haber actuado con
restricciones.
En sus dos campañas americanas sumó 49 corridas. Aparte su cogida
mortal, no le hirieron mucho los toros, pudiendo considerarse como su percance
de mayor importancia el del 9 de diciembre de 1945, al hacer su presentación en
la capital de México. El día 28 de agosto de 1947 se celebró en Linares
(Jaén) una corrida en la que se lidiaron seis toros de don Eduardo
Miura y actuaron como matadores Gitanillo de Triana (R.) Manolete y Luis Miguel Dominguín, y el quinto astado de la tarde, llamado Islero
entrepelado y marcado con el número 21, cogió a Manolete por el
muslo derecho al dar una estocada superior –entrando a matar con gran dignidad
profesional– y le produjo una tremenda cornada, en el triángulo de Scarpa, que
le ocasionó la muerte a las cinco de la mañana del siguiente día.
Esta tragedia, como las de Pepe-Illo, el Espartero y Joselito el Gallo, hizo que Manolete pasara a
la Historia con una aureola que solamente obtienen los héroes populares.
Perteneció a la orden civil de Beneficencia, por sus repetidas y desinteresadas
actuaciones de carácter benéfico.
(CONTINUARÁ)
Jose
Luis Cuevas
Montaje
y Editor
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