jueves, 12 de septiembre de 2024

 






Dinastía “Los Gallo”



Los Gómez y los Ortega, “Los Gallo” y “los Cuco”, los payos y los gitanos, los toreros y los flamencos, todos esos paralelismos se dan en la genealogía de dos familias que se unieron en la segunda mitad del siglo XIX, cuando Fernando Gómez García se unió en matrimonio con Gabriela Ortega Feria.

“Yo no soy un torero de clase. Soy una clase de torero”.


Rafael Gómez Ortega “El Gallo”

Torero de leyenda, nació en Madrid el 17 de julio de 1882. Al comienzo de su carrera se apodó “Gallito" y en 1912, con la llegada de su hermano José suprimió el diminutivo adoptando el nombre artístico de su padre Fernando Gómez “El Gallo", uno de los espadas que más a fondo conoció el oficio, hasta el punto de que se le ha calificado como el mejor teórico que ha existido en tauromaquia. Consecuencia de su saber, sus discípulos llegaron a ser excelentes toreros, caso de Rafael Guerra Bejarano “Guerrita" y de sus propios hijos.

         Rafael con la precocidad de sus nueve años toreó por primera vez una becerra. A los trece, toreando un eral, entusiasmó a su padre y a cuantos le acompañaban. Con la misma edad, en 1895, banderilleó un toro que estoqueó Antonio Reverte Jiménez, en su pueblo natal de Alcalá del Río. Ejecutó la suerte con la especial personalidad que le caracterizaría y que ya dejaba entrever. Esa misma tarde queda formada la cuadrilla de “Niños Sevillanos", con Rafael Gómez “Gallito" y Manuel García “Revertito", sobrino de Reverte. Se presentaron ante el público en la plaza de Valencia y los neófitos tuvieron para aconsejarles y auxiliarles, nada menos que a Fernando Gómez García “El Gallo", Antonio Reverte y “Bombita”. Siguen su amplio recorrido novilleril y el 2 de agosto de 1897 se encontraba en Valladolid cuando Rafael “El Gallo" recibe un telegrama del picador Plácido Zambrano “Pimienta", comunicándole el fallecimiento de su padre, el señor Fernando “El Gallo".


Fernando, Joselito y Rafael, bajo el retrato de su padre, Fernando Gómez "El Gallo".

                    Al separarse de la cuadrilla de “Niños Sevillanos” se une con Manuel Molina “Algabeñito", pareja que mantiene una enardecida competencia con los otros noveles cordobeses formada por “Machaquito” y “Lagartijo Chico”. Cuando torea en Córdoba, Rafael Gómez cuenta con el apoyo de Rafael Guerra “Guerrita", que no olvida la carta que moribundo le escribió su compadre, el señor Fernando “El Gallo", rogándole que protegiese a sus hijos, y que procurase no les faltara nunca el pan. “El Guerra" amigo cabal, la tarde que los incipientes torerillos sevillanos actuaron en Los Tejares, llevó al hijo de su amigo, en su coche hasta la plaza y luego volvió a dejarlo en su alojamiento. En este festejo dada la inquina que existía entre el público por la competencia de los toreros sevillanos y los del antiguo Califato, “Algabeñito" resultó lesionado de una pedrada que recibió en la cabeza. Por esa circunstancia “Gallito” tuvo que torear y matar cinco novillos. Al parecer, aquel enfrentamiento torero de los jóvenes sevillanos y cordobeses gustó al público aficionado, y el día primero de septiembre del año 1899, los contratan en Madrid para torear una novillada de don Esteban Hernández. Esa tarde, aunque el triunfo sonríe a los de la Mezquita, son reconocidas las excepcionales condiciones que ya destacan en el hijo de la señora Gabriela.

Rafael Gómez Ortega "El Gallo" y Pastora Imperio.

              Su cotización está en alza a pesar de sus desconcertantes actuaciones. En la Maestranza sevillana, una tarde le entra la “jindama” y renuncia estoquear un novillo de la vacada de Concha y Sierra, cuya muerte la había brindado al Capitán General de la Región. Pasa el tiempo y el presidente ordena que suenen los tres avisos reglamentarios y a Rafael, vestido de luces, lo llevan detenido a la cárcel. La referida autoridad militar intercede rápidamente y a la hora es puesto en libertad, tras pagar la multa correspondiente. Durante el tiempo que permanece en el calabozo, Rafael recibe la visita del empresario de Sanlúcar de Barrameda y también del otro empresario de la plaza de Cádiz. Ambos pujaron para contratarle el primero. Lo consiguió el empresario de plaza de Cádiz y allí mismo se firmó el contrato.

                 La alternativa, la tomó el 28 de septiembre de 1902, en la Real Maestranza de Sevilla. Fue padrino de la ceremonia el diestro sevillano, Emilio Torres “Bombita", el toro elegido respondía al nombre de Repeloso y pertenecía al hierro de Carlos Otaolaurruchi. Cómo segundo espada actuó el hermano del antes citado, Ricardo Torres “Bombita". Más tarde, viajó a México D. F. y el 7 de diciembre del mismo año, le hiere gravemente un toro de Piedras Negras.

               Regresa a Madrid en fecha del 20 de marzo del 1904, para confirmar su doctorado en un mano a mano con Rafael Molina “Lagartijo Chico", estoqueando seis toros de la vacada de Duque de Veragua. Barbero era el nombre del toro de la confirmación. En el año 1910 torea de nuevo en Madrid y le hace tal faena al toro Boyero que le vale torear ochenta corridas de toros ese mismo año cuando sólo tenía dos firmadas.

                  Su primera oreja en Madrid la corta la tarde del 2 de mayo del 1912, al toro Peluquero, retinto, bragao y veleto, de la divisa colmenareña de Bañuelos, corrido en quinto lugar. Con “El Gallo" actuaron esa tarde, Vicente Pastor y Rodolfo Gaona. Rafael se entusiasmó tanto con la faena que le hizo a este toro, que estuvo a punto de llorar. La oreja que obtuvo fue la más artística cortada hasta entonces en la plaza Vieja de Madrid. Diez días después Rafael El Gallo", es anunciado de nuevo en el abono clásico de Madrid y le echan un toro al corral en medio de una enorme bronca. Y el día 15 , fiesta de San Isidro, vuelve otra vez al ruedo madrileño llevando de compañeros a Ricardo Torres “Bombita" y Vicente Pastor para lidiar toros de García Aleas. En la mañana de la corrida, los banderilleros regresan al Hotel Inglés donde se hospedan, después de haber sorteado y apartado los toros a lidiar por la tarde. Rafael, se dirige a su peón de confianza, Manuel Álvarez “Posturas" y le pregunta: “Manué, ¿qué ha pasao?... “Tó bien , Maestro”, contesta el subalterno. “¿Qué dice la gente por ahí?”... Vuelve a preguntar el diestro. “Maestro, ¿qué quiere que diga, si con el toro de la otra tarde “antoavía” nos andan buscando por la calle Alcalá… “Pues no te preocupes, que después de la “corría”, no se va hablar má en España que de Rafael “El Gallo".

            El recibimiento que tuvo el diestro madrileño aquella tarde, fue de una hostilidad tremenda y agresiva. En su primer toro se limitó a estar bien. Pero en su segundo de nombre Jerezano, retinto marcado con el número 63, de respetable cornamenta, noble y bravo, le realizó la mejor faena de su vida torera. Después de torearle magistralmente con el capote, y de banderillearle con gracia y finura, le ejecutó una faena grandiosa, totalmente quieto, con dominio absoluto y con un gusto artístico irreprochable, que hizo levantarse de los asientos al público presente. A continuación citó a recibir, haciendo perfecta la suerte y pinchó arriba. Volvió a montar la espada y recetó una estocada hasta la empuñadura entrando a volapié de la que Jerezano salió del encuentro rodado y sin puntilla.

           Dos años más tarde, el 14 de junio de 1914, toreando en la Plaza de Algeciras un toro de Moreno Santamaría le asesta una terrible cornada, el asta le penetró en el pecho rozando el esternón y del fuerte golpe recibido, dobló hasta una medalla que llevaba colgada al cuello, regalo de la reina Victoria por un brindis.

          Después del percance reaparece en Valencia con apoteosis. Le basta con abrirse de capote o dibujar un muletazo para borrar toda la tinta con que escribía la crítica publicando que estaba acabado y que era un medroso.



               Y es que, con los toreros gitanos no sirve esa vieja cantinela de que ya no vale o que se limita a aliviarse. En los días de inspiración su toreo es grande, como el cante de fragua que estremece y pone el vello de punta y se siente el pellizco de la genialidad del arte…es como un “calambrazo” que recorre de parte a parte todo el cuerpo. Durante la lidia, las telas toreras templaban la embestida del toro y, al unísono, la gente se dejaba el alma en un ¡Olé!. El genio gitano de Rafael “El Gallo" acertaba a embarcar la embestida del toro y en el semicírculo que describía la muleta seguida por el astado, tenía el acompañamiento de los clamores y las palmas, como tiene el auténtico eco del baile por soleá. Esto sucedía cuando el gran Rafael demostraba que torear es distinto a pegar pases. Se pueden dar muchos pases y no torear bien.

               Su padre siempre supo de la valía de su hijo Rafael. Corría el año 1893, (cuatro meses antes de morir, y después de una larga enfermedad cardiaca), cuando el señor Fernando “El Gallo” le dice a su mujer: “Gabriela, te dejo con seis hijos y poco dinero, porque la enfermedad se lo ha llevado casi tó, pero no te preocupes. Porque mientras nuestro hijo Rafael tenga un capote entre sus manos, ninguno de vosotros se va a queá sin comé”.


          Aquello fue como una profecía; era ya Rafael matador de toros y había cruza el “Charco" en varias ocasiones; al volver de hacer una campaña en México, el año 1910, su madre se sorprende cuando al intentar abrir el baúl, (entonces los toreros no viajaban con maletas), para ordenar la ropa, se encontró en el fondo del mismo, noventa mil duros en piezas de oro, o sea cuatrocientas cincuenta mil pesetas, un fortunón en aquellos tiempos.

En la Feria de Abril de Sevilla del año 1915, Rafael “”El Gallo", tiene una brillantísima actuación alternando con Francisco Posadas; cuanto hizo con capote, banderillas y muleta, al tercer toro de la ganadería de Felipe Salas, tuvo el natural carisma artístico y torero que otros tienen que aprender. Después de brindar a la actriz María Guerrero, que asistía acompañada de su esposo, el actor Fernando Díaz de Mendoza, pidió una silla y sentado en ella, originalidad desconocida, da unos magníficos pases, preludio de la memorable faena que llegó a continuación, completa de arte, de valor y de gran belleza, todo en medio de ovaciones delirantes. Entra a matar y entierra el estoque en el morrillo del animal, que cae a la arena como fulminado. Le conceden las dos orejas y además, recibe un regalo de la señora Guerrero y de su marido, por el detalle del brindis. El día 10 de octubre de 1918, que torea de nuevo en Madrid, alternando con su hermano “Joselito”, José Gárate “Limeño" y José Flores Cámara, anuncia su retirada del toreo, aunque reapareciera a la siguiente temporada.


               En 1920, año de la cogida mortal de “Joselito”, en Talavera de la Reina, Rafael torea cincuenta y cinco corridas de toros, y después desaparece de los ruedos españoles. Y desde 1921 hasta 1925 simultánea el toreo con las idas y venidas a tierras americanas. Su retorno a España en el año 1926, es acogido cariñosamente por los aficionados. El empresario Eduardo Pagés se apresura a ofrecer una exclusiva en condiciones muy ventajosas, al que simpáticamente le llamaban ya El Divino Calvo.


            El año 1921 “ El Gallo", no llega a un acuerdo con la empresa de la Plaza de Sevilla, por lo que no le anuncian en los carteles de la Feria de Abril, que la montan en base de Juan Belmonte todas las tardes. En el segundo festejo, el qué fuera gran rival de “Joselito” en los ruedos, recibió una cornada en la boca de un toro de Santa Coloma. Obligada por las circunstancias la empresa recurrió a Rafael. El representante de la misma, José Jimeno le ofrece matar las tres corridas que faltaban por lidiar, Guadalest, Murube y Miura. No se habló de condiciones. “El Gallo” sólo preguntó: ¿Qué pelo trae la corrida de Miura? Dos castaños, dos negros y dos cárdenos… “Pues, anunciarme”. No hubo más diálogo. En la primera tarde corta tres orejas, otras tres en la siguiente y dos orejas más en la última de Miura. Viaja a continuación a América, y a su vuelta, el mismo empresario le vuelve a firmar otra exclusiva, a dieciocho mil pesetas por corrida, cantidad muy considerable en aquellos tiempos, además, tiene el detalle de enviarle a Buenos Aires un anticipo a cuenta de los honorarios a recibir, para los gastos del viaje de regreso.

         A pesar de sus 53 años, a Rafael aún le quedan fuerzas y seguridad en las piernas, majestad y arte en el compás de su braceo, elegancia en la mirada y en el andar, para poner boca abajo los tendidos de las plazas, como pasó en la Feria de abril de Sevilla, en el año 1935, toreando una corrida de Gamero Cívico. Resultó, que le foguearon un toro manso y difícil. El público medio asustado se preguntaba que podía hacer un hombre de esa edad ante un morlaco como aquel. Rafael no tardó nada en coger muleta y espada y se fue a brindar la muerte del toro a su padrino de alternativa, Emilio Torres “Bombita", presente en un burladero. Inició la faena con un pase cambiado en medio del ruedo. Luego se echó la muleta a la izquierda y le pegó al burel más de veintitantos muletazos todos ellos maravillosos. A la hora de matar citó a recibir, y el toro que había sido poco castigado en varas se le vino encima, el diestro metió la mano y con ella el estoque, que entró por el mismo hoyo de las agujas, resultando prendido por el pecho, mientras el animal caía a sus pies sin puntilla. Eran las diez de la noche y los que le llevaban a hombros por las calles de Sevilla, aún se resistían de llevarlo al hotel.


          Rafael “El Gallo", fue un torero largo con el capote. En el toreo a una mano no tenía rival; sus largas, sus afarolados, sus revoleras, sus serpentinas, encendían de entusiasmo al aficionado. El ochenta por ciento del toreo actual mana de su talento creativo: el pase por alto o del “celeste Imperio", las banderillas al “trapecio", las largas cambiadas, el pase de la muleta por la espalda, el pase del Kikirikí, el molinete con la mano izquierda y el pase afarolado”. Con razón dijo Juan Belmonte que era el inventor del toreo. Banderillero fácil, pero difícil de pronosticar. A veces atacado de un miedo espantoso tiraba los avíos y salía huyendo despavorido hacía la barrera en aquellas sus famosas espantás. A Rafael, le solían echar tres o cuatro toros al corral, por temporada. Por el contrario, creaba las tres o cuatro faenas más grandes y geniales del año. De “El Gallo", siempre se esperaba cualquier cosa. Era impredecible. Triunfó y fracasó en todas partes. Recibió toda la gloria y todos los almohadillazos del mundo. Era así, no podía ser de otra manera, porque precisamente en esa innata desigualdad se encontraba el encanto de su fabulosa personalidad. A Rafael, le bastaba con abrirse el capote o jugar la muleta, para borrar con un lance o un muletazo, toda la tinta con que escribía la crítica pontificando que estaba acabado, o que era un medroso.


              Con los toreros gitanos no sirve la cantinela de que ya no vale o que se limita a aliviarse. Rafael “El Gallo" fue, como lo saben todos los buenos aficionados, un mito en la historia del toreo por su arrolladora personalidad. Un personaje desconcertante, dentro y fuera de la plaza. Capaz de mantenerse en activo, nada menos, que cuarenta años. Cuarenta años de toreo ¡señores! Cuarenta años de ¡arte! De broncas de inspiración, de infinitas tardes de sol y sombras, de blancos

Obra del pintor Miguel Ángel Morales Hernández.

             y negros, de improvisaciones, de genialidades… así, era uno de los toreros más geniales que ha habido nunca. Rafael vino a la vida con todos los duendes, esencialmente sevillanos… Nació en Madrid, pero era Sevilla andando y, con una gracia especial. Cuando los aficionados, ávidos de competencias, quisieron enfrentarle en los ruedos con Ricardo Torres “Bombita", no se daba por aludido y les respondía: “De competencias nada, que eso es pelea".



             Se cuenta una anécdota de “El Gallo", en la que muchos aficionados están en la creencia, que su protagonista fue el torero de Córdoba Rafael Guerra “Guerrita", y no están en lo cierto. Rafael “El Gallo", tenía fama de buen conversador y dada su idiosincrasia había llamado la atención del filósofo español José Ortega y Gasset, quién manifestó a su sobrino Rafael Ortega Gómez “ Gallito", su deseo de comer un día juntos con su tío, para poder hablar unas horas con él. A los quince o veinte días, el académico José María de Cossío y el sobrino de “El Gallo”, prepararon dicho encuentro. Los cuatro almorzaron juntos y Gasset salió muy satisfecho de la reunión. Después de despedir al filósofo, marcharon los tres al Café Gijón de Madrid, a tomar café. Tomaron asiento y “El Gallo", extrayendo de uno de sus bolsillos un puro habano y tras encenderlo, le preguntó a Cossío: “Oye, José María, este señor tan amable que ha comido con nosotros, ¿quién es?”… Cossío le contesta: “Hombre Rafael, tú siempre tan despistado; este señor es don José Ortega y Gasset”. “Eso lo sé, pero ¿qué es lo que hace?”, insistió “El Gallo"“Es el filósofo más grande de España”, Y Rafael vuelve a mirar a Cossío diciéndole : “¡Qué barbariá! ¡Hay gente pa’ tó!”.

           Durante su etapa torera ganó mucho dinero. No fue derrochador, ni tampoco gastó grandes cantidades. El dinero, poco a poco, se lo sacaban los “compadres” y los “primos”. Hasta hubo uno que se lo llevaba por la cara. La anécdota es conocida: Allá por el año 1915 un apoderado de “El Gallo", muy espabilado el hombre, puso encima de la cuenta de gastos, la fecha del año 1915, haciendo coincidir los números con las cifras del dinero de los gastos reales y los sumó, de manera que con esa habilidad suya se embolsó indebidamente ese día,1915 pesetas del clavo. Igualmente fue estafado en otras ocasiones. Hubo otro “pillo” al que le compró un brillante (su piedra favorita), le contó que había pertenecido a Napoleón, y le sacó una cantidad de dinero, muy por encima de su precio real. Verdad que Rafael era persona de clara inteligencia pero muy ingenuo por su bondad y prudencia. Hombre tan afable y caritativo, si le pedían dinero para remediar cualquier carencia, no lo negaba nunca. Tanto dinero le sisaron que últimamente no tenía siquiera ni para tabaco.

               Al final de la temporada del año 1957, le dieron un homenaje en la madrileña Plaza de Las Ventas. El festival se celebró el 20 de octubre y pidió la llave a caballo Conchita Márquez Piquer. El paseíllo de las cuadrillas estuvo encabezado por el homenajeado, al que acompañaban Vicente Pastor, y Manuel Rapela “Bienvenida". Los aficionados abarrotaban los tendidos. Cuando el Divino Calvo dio la vuelta de honor al ruedo, le echaron puros, su cigarro favorito. Fue tal la cantidad, que hubo de recogerlos con la ayuda de los capotes de brega. Luís Fuentes Bejarano, Domingo Ortega, César Girón, Pedro Martínez


Rafael "El Gallo" en un ayudado por alto, Desplante en la plaza de Acho de Lima.

“Pedrés", Ramón Solano “Solanito” y Rafael Jiménez “Chicuelo” (hijo), lidiaron novillos de don Antonio Pérez de San Fernando. La recaudación económica del festejo se la administró, su familia, (otros opinan que fue su entrañable amigo Juan Belmonte), para evitar más timos al buenazo de Rafael. No era jugador ni bebedor pero murió sin un duro.


Arriba, "El Gallo" lidiando de muleta a un impresionante animal. (Foto cedida por Aguayo). Rafael "El Gallo" dominando. Abajo, Rafael "El Gallo" iniciando la faena sentado en una silla

Vistió por última vez de luces en Barcelona, el 4 de octubre del 1938, y dejó de existir en Sevilla, el 25 de mayo del 1960.


Álvaro Domecq y Díez, Rafael Gómez Ortega "El Gallo" y Juan Belmonte García, en los cajones numerados de la plaza de toros  de Ronda.

             Rafael llevaba sangre torera por la línea de su madre del Lillo, Paco de Oro, El Marinero, Francisco Ortega, El Cuco, Los Barrambín, El Poncho, Rebujina, Agualimpia, El Loco, Potoco, Enrique El Almendro… y aquí me quedo.

Continuará…


Antonio Rodríguez Salido.-

Compositor y letrista.-

Escalera del Éxito 176.-



José Luis Cuevas

Montaje y Editor

Escalera del Éxito 254



No hay comentarios:

Publicar un comentario